Yo aprendí a manejar junto a Donna Summer que sonaba incesantemente en el radioreproductor de cassettes de mi instructor de manejo de la Autoescuela y Gestoria Rossini (la de la avenida Victoria), mientras ruleteábamos por las Colinas de las Acacias en aquel destartalado Mustang blanco, de ocho cilindros y doble juego de pedales.
Recuerdo que eso fue pocos meses antes de que la misia Summer se presentara en el Poliedro y en Sábado Sensacional, haciendo sentir aún más minúsculo a Amador Bendayán. La Donna achocolatada entonaba una y otra vez aquello de "I feel love, oh offfffff offfffffffff, ái fil lof".
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